Daniel y los quince

 

 

  El siglo XVIII europeo, en general, y español, en particular, se caracteriza por las pervivencias y los cambios en todos los aspectos de la vida de los individuos. Esto es también así en los dos temas propuestos, la demografía y la sociedad. Empecemos por esta última. La sociedad seguía siendo estamental (...). Por lo que respecta a la demografía, los cambios con respecto a épocas anteriores fueron evidentes (...).

  El reformismo económico estuvo centrado en el reinado de Carlos III. Contó, para ello, con la ayuda de ministros ilustrados (Campomanes, Floridablanca y Aranda) y con la adopción de una serie de medidas políticas previas que pudiesen allanar el camino a las propiamente económicas. Entre estas medidas destacan: (...). Si nos centramos en las medidas económicas, estas se produjeron en cuatro ámbitos principalmente: En Hacienda… En agricultura… En la industria… En el comercio… Producto de estas medias, la realidad económica española sufrió algunas transformaciones de interés: La agricultura apenas experimentó cambios… El avance industrial estuvo marcado por… El impulso comercial benefició a...

  El siglo XVIII amanece para España con dos novedades sustanciales: la alianza dinástica con Francia, pues la nueva dinastía reinante en las tierras peninsulares es la misma que en el territorio galo; y por las pérdidas territoriales derivadas del Tratado de Utrecht, que puso final al conflicto internacional que supuso la Guerra de Sucesión española. Siglo de relativa tranquilidad, no falto de conflictos externos, podemos caracterizar sus tres reinados de la siguiente manera en cuanto a la política exterior: Para defender el acceso al trono de diversos territorios italianos de Carlos, el hijo mayor tenido con su segunda esposa, Isabel de Farnesio, Felipe V firmó los dos primeros Pactos de Familia, que ligaron nuestra política exterior a la francesa. El reinado de Fernando VI estuvo marcado por la neutralidad y por los esfuerzos en reconstruir flota y ejército para mantener las comunicaciones con América. Carlos III firmó el Tercer Pacto de Familia que implicó a España en guerras en el

«Considerando haber perdido los reinos de Aragón y Valencia y todos sus habitantes por la rebelión que cometieron, faltando enteramente así al juramento de fidelidad que me hicieron como a su legítimo Rey y Señor, todos los fueros, privilegios, exenciones y libertades que gozaban y que con tan liberal mano se les habían concedido, sí por mi como por los señores reyes mis predecesores, en esta monarquía se añade ahora la del derecho de conquista (...) y considerando también que uno de los principales tributos de la soberanía es la imposición y derogación de las leyes (...)He juzgado por conveniente, sí por esto como por mi deseo de reducir todos mis reinos a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y tribunales, gobernándose igualmente por las leyes de Castilla, tan loables y plausibles en todo el universo, abolir y derogar enteramente (...) todos los referidos fueros y privilegios, prácticas y costumbres hasta aquí observadas en los referidos reinos de Aragón y Valencia,

  Tras la época de paz que supuso el reinado de Felipe III, con las treguas con Inglaterra y los Países Bajos, el estallido de la Guerra de los Treinta Años (1618) involucró de nuevo a España en las guerras europeas. El nuevo rey, Felipe IV (1621), se encontraba ante un escenario totalmente distinto. Él y su valido, el conde-duque de Olivares, se vieron ante la obligación de intentar mantener la hegemonía española en el continente, defender el catolicismo frente al avance protestante y conservar el monopolio americano. Y todo ello en un contexto económico sumamente adverso, con unas finanzas públicas en práctica bancarrota. Por tanto, para analizar estos hechos debemos tener presentes, por sus evidentes relaciones, tanto la Guerra de los Treinta Años como el proyecto de Unión de Armas y sus consecuencias. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue un conflicto religioso (protestantes frente a católicos) y político (Francia frente al Imperio austríaco). en el que participaron buena p

«Las causas de faltar gente en España son muchas. Las antiguas (conocidas aun de los extranjeros) son pestes, guerras, hambres, y muchas expulsiones de Arrianos, Moros, Judíos, y otros infieles, que hicieron los señores Reyes de España. La segunda, las guerras de Nápoles, Sicilia, Milán y Flandes, y otras muchas que ha tenido España. La tercera, las colonias, presidios, y poblaciones que tiene y ha tenido en tan anchas Indias Orientales y Occidentales, y fuerzas de África. De las cuales causas nace agotarse la gente (…) Pero nueva causa de faltar gente hay, porque el año de 1600 se advirtió a V.M. gran falta de ella, y el de 1601 hubo peste, y el de 1609 la expulsión de más de cuatrocientos mil Moriscos y la mayor se conoce pocos años acá, de modo que los curas dieron un memorial a Toledo, en que advirtiesen que falta la tercera parte de la gente (y aun hay quien dice que falta de tres partes de ella las dos) y dicen que en la carnicería se pesa menos de la mitad de la carne que solía.

  Durante el siglo XVI, los Austrias Mayores (Carlos I y Felipe II) lograron el momento de mayor proyección internacional de España a través de la construcción de un imperio, europeo y multicontinental. Para ello, ambos reyes tuvieron que hacer frente a múltiples conflictos. Nada más subir al trono imperial, Carlos V se tuvo que enfrentar a la rebelión política y religiosa de los protestantes (…). Otros conflictos a los que tuvo que enfrentarse Carlos también afectaron a Felipe II (…). Pero Felipe II también encaró frentes que solo le afectaron a él, como son los casos de los Países Bajos e Inglaterra (…).

  La actuación de España en América durante el siglo XVI presenta múltiples facetas, inseparables entre sí, pero que para su análisis debemos tratar por separado: la propia conquista, las instituciones que facilitaron la administración de los nuevos territorios y los mecanismos empleados para su colonización. Empecemos por lo primero, la conquista. Tras el descubrimiento (…). Dominar los territorios que iban siendo conquistados no fue tarea fácil. Hubo que construir toda una estructura administrativa (…). Inseparable de la conquista y administración de los nuevos territorios estaba la explotación económica de ellos, que permitiese obtener beneficios para la Corona y para la propia población castellana. Para ello (…).

«Que, en conformidad con las leyes y ordenanzas del reino y con las antiguas costumbres, Su Majestad no acuerda ni oficio ni beneficio ni mando ni pensión ni carga a los extranjeros, sino sólo a los castellanos nacidos y residentes en el reino (...). Que las ciudades que disponen de derecho de voto en Cortes tienen la posibilidad de reunirse cada vez que lo desean y como mínimo una vez al año (...). Prohibir la exportación de lana reporta enormes ventajas a los habitantes de estos reinos (...). Si no se exporta la lana se fabricarán en los propios lugares ropa (...)». Peticiones de los Comuneros de Burgos, 1520.

  1492 aparece ante nosotros como un año muy importante en la Historia de nuestro país. Parece como si la evolución histórica se hubiese acelerado, concentrando en un periodo de tiempo muy corto acontecimientos cruciales, que hunden sus raíces en los siglos anteriores y a la vez tienen consecuencias trascendentales en las centurias posteriores. Amanece el año 1492 con la toma de Granada por los Reyes Católicos… Poco después, Isabel y Fernando toman la decisión de expulsar a los judíos de los territorios peninsulares… Acercándose a su fin, el año 1492 nos depara uno de los hechos más decisivos en la Historia de la Humanidad: el descubrimiento de América por Cristóbal Colón.

  «En estos días llegaron (...) al Concejo (...) los judíos de la Corte del rey que eran allí venidos los más honrados del Reino, y dijeron (...) que habían recibido cartas de la aljama de la ciudad de Sevilla, que un arcediano de Écija, en la iglesia de Sevilla, predicaba por la plaza contra los judíos, y que todo el pueblo estaba movido para actuar contra ellos. Y cuando don Álvaro Pérez de Guzmán, alguacil mayor de Sevilla, hizo azotar a un hombre que hacía mal a los judíos, todo el pueblo de Sevilla se movilizó, y tomaron preso al alguacil, y (...) todas las ciudades se movilizaron para destruir a los judíos. (...)». Pedro López de Ayala. Crónica de los reyes de Castilla, siglo XIV.

 

 

«Todos los pobladores que vengan a Calatayud queden absueltos y libres de todas las deudas que hayan contraído, de las caloñas y daños que pesaren sobre ellos, vengan del rey o de cualquier otro hombre; y dondequiera que tuvieren heredades o haberes, ténganlo todo a salvo y sin trabas, libre y franco para venderlo, donarlo y grabarlo a quienes ellos quieran (...). Elija el Concejo el juez que quisiere y esté a su cargo un año; después haga el Concejo como le plazca (...). Ningún vecino de Calatayud pague lezda en tierra del rey, y el que se la arrancare a la fuerza pague mil maravedíes, en tres partes (...)». Fuero de Calatayud concedido por Alfonso I, 1131.