El Pacto de Ostende

«(...) Después de una breve discusión, porque la armonía de miras que se manifestó no daba lugar a otra cosa, se acordó por unanimidad lo siguiente: 
  1. Que el objeto y bandera de la revolución en España es la caída de los Borbones.
  2. Que siendo para los demócratas un principio esencial de su dogma político el sufragio universal, y admitiendo los progresistas el derecho moderno constituyente del plebiscito, la base para la inteligencia de los partidos fuera que por un plebiscito, si las circunstancias no se oponían a ello, o por unas Cortes Constituyentes elegidas por sufragio universal, se decidiría la forma de gobierno que se habría de establecer en España, y siendo la monarquía, la dinastía que debía reemplazar a la actual; en la inteligencia de que, hasta que así se decidiera, había de ser absoluta la libertad de imprentas, y sin ninguna limitación del derecho de reunión, para que la opinión nacional pudiese ilustrarse y organizarse convenientemente (…).
  3. Que se reconocía como jefe y director militar del movimiento al general Prim, que podría emplear en lo que juzgara conveniente, a los presentes y sus amigos (…). 

Manifiesto de don Carlos Mª de la Torre.

Acuerdos de los firmantes del Pacto de Ostende, Bruselas, 4 de noviembre de 1866».




A pesar de que el reinado de Isabel II supuso, primero, la definitiva revolución liberal en España durante la etapa de la regencia de su madre María Cristina, y, después, la institucionalización del régimen liberal durante su reinado efectivo, estos procesos no estuvieron exentos de problemas, entre los que destacan un predominio, más o menos fraudulento, de los moderados en el ejercicio del poder. Recordemos, en este sentido, que el pronunciamiento de Vicálvaro se había producido tras toda una década en la que los moderados acapararon el poder y dificultaron el acceso de su alternativa, la progresista, al gobierno.
Tras el breve paréntesis que supuso el Bienio progresista (1854-56) y pasados unos años de estabilidad y prosperidad bajo mandato unionista (1856-63), la vuelta de los moderados al gobierno supuso el retorno a los ya viejos problemas, esto es, cierto autoritarismo y la represión de la oposición, por lo que esta, incapaz de acceder por medios legales al poder, optó por los ilegales, esto es, por el típico pronunciamiento español decimonónico que, esta vez, conocemos con el grandioso nombre de Revolución Gloriosa (1868).
Antes de acometer tal empresa, los grupos opositores optaron por «retraerse», apartarse de las vías legales, contexto en el que firmaron todos ellos el texto que analizamos, el Pacto de Ostende, en el que proponen el derrocamiento de la dinastía borbónica y el aplazamiento del debate de la forma de Estado, monarquía o república, a los momentos posteriores al hipotético triunfo del pronunciamiento, todo ello en un marco de ampliación de las libertades públicas. Eligen como figura política para liderar el proceso a un militar, como no, progresista, Juan Prim.
Tras el triunfo del golpe militar se abrirá un periodo nuevo en la Historia de España, el Sexenio democrático, que supondrá el primer intento, fallido, por implantar un régimen democrático en nuestro país. El pospuesto debate monarquía-república se concretará ahora en un primer intento monárquico, el reinado de Amadeo I, y un segundo republicano, la I República española, ambos plenos de problemas que, a la postre, tras un año de interinidad (1874), dará paso a la restauración de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII.






Comentarios

Entradas populares de este blog

Comentario de texto MEMORIAL DEL CONDE-DUQUE DE OLIVARES